martes, 31 de marzo de 2015

Brasil, o maior pais da América!

   
    En nuestro país, Argentina, es común escuchar decir "Brasil, el mais grande"! Esa frase repetida miles de veces son un claro ejemplo de lo lejos que estamos de este cercano país. En la lengua portuguesa lo correcto sería decir "o maior". Pero el error es repetido tanto que ya es un imposible de modificar. 


    De Brasil muchos pueden contar que conocen sus geniales playas, bromear sobre la rivalidad futbolística, tararear alguna que otra letra de sus canciones más famosas, pero nuestro conocimiento sobre el gran vecino en realidad es casi nulo, siendo que este es el país más populoso y amplio geográficamente de América del Sur.


Conociendo uno de los estadios de la Copa del Mundo - Curitiba

    Sólo unos pocos, los más bien ligados a la economía o política, pueden reconocer la importancia del Brasil en algo tan delicado como nuestra economía, pero eso es tema que poco nos compete acá. 
Al recorrer su inmenso territorio (ya sé que lo he dicho muchas veces, pero crean que es algo difícil de imaginar sus distancias) nos damos cuenta que el hecho de no compartir la misma lengua nos ha privado de conocernos mutuamente con este país tan latinoamericano como cualquier otro. No sólo somos nosotros los que sentimos esa distancia, ellos en su percepción, también dan cuenta de que poco nos conocen a todos los países hispanohablantes de sus alrededores. Pero una vez superada la barrera del idioma comienzan a salir a la luz los amplios parecidos que tenemos, como la tradición de conquista y explotación europea, las diferencias sociales, la discriminación indígena, la corrupción de las clases dirigentes, la dictadura y la lista puede continuar...

    Los primeros momentos hasta que el oído y la cabeza se acostumbra al portugués no son los mejores, pero cuando se empieza a pensar en portugués la cercanía con el pueblo se acrecienta y se comienzan a escuchar el: 
-¿De dónde son ustedes?- Argentina - Hermanos entonces! Muchas personas nos han dado esa respuesta lo cual en un primer momento nos sorprendió, pero luego de indagar un poco nos dimos cuenta que ese "hermano" no era en el sentido de "hermano lationoamericano" o de cercanía fuerte, sino más bien algo así como un decir, una respuesta inconsciente, pero más allá de eso para nosotros era bien simpática de escuchar. 
-¿De dónde son ustedes?- Argentina - Gringos entonces! - NO, de Argentina - Gringos. Y sí, aunque para nosotros gringos sean los venidos de EE.UU, Inglaterra, Alemania o gente rubia, para ellos gringos es todo lo que viene de afuera. Entonces nosotros también eramos gringos, por más que discutiéramos y dejáramos bien en claro que eramos de Argentina.


Famoso e imponente Cristo Redentor - Río de Janeiro

Vista desde un piso 14 - Sao Pablo
    Los kilómetros avanzaron, la exuberante vegetación por momentos nos cansó (venir de un desierto como Mendoza no es fácil); conocimos las grandes ciudades como Sao Pablo; nos asombramos con Río de Janeiro (no se concibe que una ciudad tan grande pueda tener tan buenas playas); vivimos en una isla llena de borrachudos (no gente borracha, sino una especie de mosquito un tanto odiable); visitamos la planta siderúrgica más grande de América en Volta Redonda, respiramos su polución y nos asombramos de pensar como algunos eligen vivir al lado de semejante monstruo (la ciudad fue creada rodeando la planta); fuimos a la arquitectónica Brasilia, para vislumbrar la grandeza de Niemeyer y entender que la "cuidad planeada" es sólo en referencia a los autos, y pareciera que nunca se pensó en los peatones; también visitamos pueblos y ciudades bien pequeñas, nuestros preferidos, que nos dejaron el contacto más cercano con la gente, con la realidad del día a día, eso que buscamos en nuestro viaje; entre muchas cosas más.


Mayor siderúrgica de todo América del Sur - Volta Redonda

Congreso Federal, obra de Niemeyer - Brasilia


    De a poco ya nos vamos yendo con la certeza de que queda más por ver de su grandeza no sólo territorial sino cultural e histórica, en donde cada kilómetro que avanzamos significa alguna palabra o comportamiento que cambia en comparación a lo ya conocido. El noreste será para otro viaje si el destino así lo quiere, ahora el Amazonas nos espera con más de 3000 km más por recorrer para encontrarle una frontera al "mais grande" de América.

Primer contacto con la playa en Ilhabella

viernes, 27 de febrero de 2015


PARAGUAY ¡Qué país!

       Pocas veces escuchamos (casi nunca) opiniones del Paraguay venidas de personas con conocimiento y experiencia en el país. Las más comunes nos  atrevemos a decir que son prejuicios sin fundamento que se crean por desconocimiento o por ese “gen” discriminador que tan fácil brota en nuestro pueblo. Opiniones que así como eran escuchadas, eran preferibles dejar pasar.

Para nosotros Paraguay implicaba un país y una cultura poco conocida, poco promocionada y con mucha historia de fondo para contar. No podíamos tener un juicio de valor construido, simplemente nos despertaba una intriga especial (como las Guyanas que algún día llegarán). Pero sí partimos de la base, de que nunca un país puede estar vacío de atracciones, nunca una cultura diferente puede dejar de ser interesante, al menos para alguien que viaja (o no), al menos para alguien curioso con afán de aprender más y conocer, o al menos para nosotros.

Y casi sin saber, pero con un plan de viaje que lo incluía en nuestras rutas, Paraguay nos sorprendió.  

  Atardecer en Encarnación. Primer día en Paraguay. 


A medida que nos fuimos acercando al país vecino aparecieron algunos indicadores culturales relacionados a la cercanía con este destino; y las habladurías en cuanto a él, también se transformaron. La pregunta típica podemos decir que era "¿Para qué van a Paraguay?" y dependiendo de la persona que te la hiciera, uno podía más o menos adivinar el trasfondo o la intención de esa pregunta.

Como en todas las ciudades limítrofes, la cultura va más allá de las fronteras, y si bien entre Posadas y Encarnación hay un gran río que transforma, ambas comparten sentimientos hermanos. Acá son muy pocos los que nunca han cruzado el puente internacional o que no han conocido o tienen amigos/familiares paraguayos/argentinos. Todos saben hablarte muy bien de lo que es “la chipa” (que se pronuncia como si tuviera tilde en la “i”), preparar sopa paraguaya y andar con el termolar a cuestas para tomar tereré en guampa!. Y así como decimos que un niño aprende mejor la integración, cuando desde chico se lo educa en ello, acá es igual. Dos pueblos, dos culturas y dos países vecinos que nacieron geográficamente cerca, genera en ellos una conexión diferente, una mirada y un sentimiento de integración natural.

Y entonces fue así, que las primeras habladurías que siempre habíamos escuchado, acá “en el pago” se fueron transformaron en juicios de valor, igual de diversos y variados, pero más justos en su apreciación, construidos sobre experiencias personales reales.


Compartiendo tereré personalizado, con Ever en su camión, camino a San Ignacio Guazú.


Alquiler de tereré en la terminal de Asunción.


Y al fin llegó el nuestro, con nombre y reseña paraguaya. Un gran compañero de viaje que enviamos para Mendoza!

La moneda de Paraguay
                          
La Chipa!


PARAGUAY, CUÁNTO DAÑO TE HEMOS HECHO.

Es imposible hablar de Paraguay sin hablar de la Guerra de la Triple Alianza. En nuestras escuelas poco se enseña y el común de la gente sólo sabe que fue un enfrentamiento armado que ganamos junto a Brasil y Uruguay. Pocos saben que Paraguay era el país más avanzado de ese momento, contando con un ejército muy bien entrenado y armas de fundición propia; un pueblo educado, donde la tierra era casi en su mayoría propiedad del Estado, que la otorgaba a las familias para su sustento. Entre otras cosas, Paraguay también estaba seguro de sus derechos e independencia y no aceptaba comercializar con otras naciones, sólo lo indispensable.

El mundo había conocido el capitalismo y la división internacional del trabajo hacía unos años, y su máximo exponente del momento, Inglaterra, no estaba nada feliz con ese país que osaba no comprar mercancías, ni aceptar créditos. Y cuando se trata de negocios, la corona no tiene escrúpulos. Casualmente Inglaterra debido a los “beneficios” otorgados a Brasil y a nuestro país, tenía muy buena relación con las altas esferas de poder, las cuales no podían decir que no, como sí lo hacía Paraguay. Sumado a los deseos imperiales de Brasil, se armó lo que fue la Triple Infamia, o mejor dicho el genocidio, el cual aún hoy no fue denunciado. No fue una simple guerra, en ella se grabó a fuego y sangre al pueblo paraguayo, que ellos no podían ser mejores.

Palacio de la familia López. 


Vista desde el centro cultural Cabildo.

Aún hoy, al caminar cualquier ciudad, se puede ver en los ojos de las personas esa tristeza de haberles quitado una gran oportunidad de ser una potencia o de poder vivir en una sociedad más justa. Han pasado 140 años pero ese recuerdo perdura. No es fácil recuperar un país cuando sólo quedó un 10% de los hombres sumados a las mujeres y niños que también fueron masacrados;  cuando Brasil continuó saqueando y matando; cuando el castigo te lo infligieron pueblos hermanos; cuando aún en el 2014 la Nación Argentina sigue devolviendo parte del mobiliario robado; o cuando más, Brasil continúa sin devolver todos los archivos históricos y de guerra al Paraguay.

A pesar del daño recibido, Paraguay, hoy no guarda resentimientos hacia sus atacantes. Sin embargo hablando con quienes tuvimos oportunidad, ellos encuentran en otra nación latinoamericana, el respeto, la simpatía y la hermandad que nosotros les negamos. Fue el Gral. Pacheco, quien desde Colombia dijo: “una gota más de sangre paraguaya derramada, será considerada colombiana” y de esta manera se puso fin a la sangría desmesurada que Brasil aún sostenía, uniendo en el sentimiento a estos dos países.  

La garra demostrada en el campo de batalla que se ganó hasta el elogio de generales yanquis, fue la misma con la que los sobrevivientes empezaron de cero a reconstruir su país. Esta reconstrucción hoy muestra de a poco sus frutos, más allá de estar empapada del capitalismo contra el que derramaron su sangre.

Puente internacional que une Encarnación con Posadas


Estos avances no son casuales cuando el pueblo demuestra un gran valor al trabajo, donde el esfuerzo va de la mano y los resultados son fruto directo del compromiso con este.

En diferentes charlas que hemos tenido con diversas personas que cruzamos en nuestro camino, pudimos percibir el arraigo cultural hacia el trabajo, entendido y sentido como una necesidad en sus vidas, desprendido en muchos casos de objetivos que vayan más allá de la casa y la estabilidad económica. Con esto no queremos decir que no tengan metas mayores, pero sí queremos resaltar ese adjetivo tan particular que en muchas ocasiones el argentino desvaloriza, no siendo casual que muchos paraguayos sean quienes trabajen a sol y sombra en nuestro país, en trabajos que el argentino hoy día ya no elige realizar en su propio suelo, pero sí en países del “primer mundo” donde esta relación de dependencia resulta ser la misma.

Sumado a esta realidad, no podemos dejar de nombrar la añoranza del ciudadano paraguayo de ver algún día en su país, un gobierno que invierta y transforme sus sistemas de educación y de salud, que tan esenciales resultan y tan precarizados se encuentran, consiguiendo muchos de ellos la doble nacionalidad con argentina para recibir asistencia médica gratuita y de calidad con sólo cruzar la frontera. 



Compartiendo experiencias de vida con Pablo Araujo


En nuestro próximo post contaremos acerca de los recorridos que realizamos en Paraguay, la belleza de sus lugares y su cultura! Todo lo relatado es de nuestra producción (Germán Ortiz Best y Elisa Vergani), como resultado de haber caminado y vivido las calles de este hermoso Paraguay!
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jueves, 29 de enero de 2015

Primer destino: Gualeguaychú


Quien ha tenido la dicha de vivir en un pueblo, se encuentra muy a gusto cuando luego de un largo tiempo en la ciudad llega a esas calles que aún mantienen ese aire que se puede respirar en el alma de un pueblo. Al dar los primeros pasos por las calles de Gualeguaychú, fue esa sensación la que me encontró y la que perdurará en mi recuerdo.

Muchas personas conocen este lugar por los colores y la música que el carnaval le imprime; pero yo encontré en ella mucho más para ofrecer. Como muestra de esto podemos destacar el museo de “La azotea de la Palma”, muy conocido por los lugareños debido a que en dicha azotea ronda el fantasma de una desdichada amante que no pudo contraer matrimonio con el peón de su padre. Algunas veces el maniquí que cuenta la historia a los visitantes le da letra a esta leyenda, asustando a los curiosos que osan de acercarse al balcón. 

Más allá de diversos  lugares históricos, podemos decir que la ciudad es en sí, un museo a cielo abierto. Casas de antaño con zaguanes, puertas altas y fachadas cargadas de detalles, son muestran de un tiempo que ya no volverá. Muchas veces caigo en la tentación de asomarme y espiar el interior de ellas, descubriendo muebles, lámparas antiguas y toda clase de reliquias que me hacen soñar despierto.
Esa sensación de pueblo y de buena gente quedó asegurada luego de conocer y compartir un gran día con Enzo y Romina, dos personas enamoradas de su ciudad que buscan constantemente mostrar lo mejor de ella, a la vez que transforman desde su cotidianeidad la realidad de este lugar.



Suele pasar a menudo que exista un lugar de tu propia ciudad que nunca te has tomado el tiempo de visitar. Mis anfitriones me llevaron, casi sin saberlo o tal vez con una inconsciente intención,  hasta la costa frontal de una de mis mayores pasiones, para ellos su gran incógnita local. Vista desde el otro lado del río, como una postal intacta de muchas historias, estaba el escenario perfecto para matar la abstinencia de entrar en lugares abandonados. Así fue que contagiados por mis ganas y las suyas nos decidimos visitar al que fuera el “Frigorífico Gualeguaychú”.

Emplazado a las orillas del río del mismo nombre, sobre el cual se vertían los desechos del matadero y por el que se transportaban sus mercancías, el frigorífico fue fundado a principios del Siglo XX por capitales argentinos para hacer frente a los de capital  internacional. Tuvo su momento de gloria en la década del ´60 cuando llegó a faenar 1.200 cabezas de ganado por día (hoy el frigorífico más importante no llega a las 500 cabezas) convirtiéndose en la empresa madre de la ciudad. Poco a poco se fue apagando su luz y el ocaso llegó en 1991. Rubén, quien fuera empleado del mismo, ahora encargado de vigilancia, nos cuenta que la historia de su cierre es la misma de siempre con los empresarios: “el lugar no daba pérdidas, sino que no generaba las ganancias esperadas”. Poniendo como siempre a los intereses económicos sobre los sociales, dejando aún hoy a muchos Rubén haciendo el duelo de ver a este inmenso monstruo, motor de la ciudad y de sus vidas, caer en ruinas.





Caminar las calles con la tranquilidad de antaño es una postal clásica de Gualeguaychú, mucho más que un carnaval, un lugar nostálgico donde se puede respirar el aire de pueblo.